LA EDUCACIÓN CÍVICA


El mundo educativo se encamina hacia un nuevo tipo de escuela cuya finalidad esencial será educar para la convivencia como persona, como ciudadano local y mundial. Ante los innumerables retos que la sociedad plantea a la escuela, la nueva reforma educativa prevé implantar una asignatura que trate la educación para la ciudadanía. En este artículo se reflexiona sobre su identidad y se hacen unas propuestas para llevarla a cabo con éxito.
1. Un nuevo escenario para la Educación Cívica.
Algo se está moviendo en el mundo educativo. En los últimos decenios ha crecido la preocupación por temas que habían sido relegados tradicionalmente a un segundo plano. Un grave deterioro de la convivencia escolar, la aparición de brotes de violencia, el aumento de conductas de riesgo, el dramático incremento del fracaso escolar, los brotes de racismo, la indolencia política de los jóvenes, las violencias domésticas, ha suscitado un interés generalizado por la educación para la convivencia, la recuperación de la función moral de la educación, la insistencia en habilidades sociales, el desarrollo de la empatía o del altruismo, la educación cívica. La escuela ilustrada tenía como meta la libertad. La escuela economicista, proporcionar al sistema productivo la mano de obra cualificada que necesita. Creo que nos encaminamos a una tercer tipo de escuela –la llamaré ultramoderna- cuya finalidad esencial será educar para la convivencia a nivel íntimo, ciudadano y global. El conocido sociólogo Ralph Darendorf escribió hace unos años que la nueva década será la década de la ciudadanía. Espero que sea así, por la cuenta que nos tiene.
Paralelamente, la psicología evolutiva y la psicología de la educación, que durante muchos años se habían centrado en los aspectos cognitivos de la inteligencia humana, se interesan cada vez más por la evolución y educación afectiva, por la integración en la sociedad, el conocimiento de las normas, la construcción de los mecanismos psicológicos y éticos de la autonomía. Basta revisar las miles de páginas del Handbook of Child Psychology, dirigido por William Damon, y publicado por Wiley, para darse cuenta de la profundidad del cambio.
Pero esta situación supera las posibilidades de nuestro sistema educativo. Hay un sentimiento de impotencia en padres y educadores, precisamente ahora que se pide más a la educación porque tiene que suplir otras instancias educativas que han desaparecido. Tradicionalmente ha sido la sociedad entera la que ha educado, a través de múltiples caminos. Esto era posible porque las sociedades eran muy homogéneas, jerárquicas, previsibles y compartían sistemas de valores y formas de vida. En la actualidad vivimos en sociedades heterogéneas, mucho más libres, menos coactivas, donde los modelos de vida son flexibles, y eso entraña mayores posibilidades de desarrollo personal, pero también de conflictos. Cada vez que surge una disfunción social o un problema de convivencia, la sociedad se vuelve hacia la escuela para pedirle que tome cartas en el asunto. Se nos pide que impartamos educación vial, sexual, religiosa, formación contra la violencia, contra las drogas, contra el racismo, contra la xenofobia, para resolver conflictos, colaborar, participar en política, para alumbrar una ciudadanía global, para la paz y los derechos humanos. Ante tales exigencias, la escuela se siente abrumada y desconcertada. ¿Qué ha de hacer? ¿Introducir una asignatura, un cursillo, una conferencia por cada uno de esos asuntos? Nos encontramos condenados o a la imposibilidad o a la inutilidad.
Una de las soluciones que se han propuesto es implantar una asignatura que trate la “educación para la convivencia ciudadana”. En 1998, la UNESCO publicó el documento Civic education: a passport to peace, en el que se decía: "Un concepto amplio de educación cívica es lo más adecuado para las actuales sociedades multiculturales". Propone un programa The New Civic, un atractivo paquete de materiales docentes que expresan un concepto amplio de educación cívica.